El
hombre es a la vez obra y artífice del medio que lo rodea, el cual
le da el sustento material y le brinda la oportunidad de
desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente. En la
larga y tortuosa evolución de la raza humana en este planeta se ha
llegado a una etapa en que, gracias a la rápida aceleración de la
ciencia y la tecnología, el hombre ha adquirido el poder de
transformar, de innumerables maneras y en una escala sin precedentes,
cuanto lo rodea.
Las
Naciones Unidas, conscientes de que la protección y el mejoramiento
del medio humano es una cuestión fundamental que afecta al bienestar
de los pueblos y al desarrollo económico del mundo entero,
designaron el 5 de junio Día Mundial del Medio Ambiente. La
celebración de este día nos brinda la oportunidad de ampliar las
bases de una opinión pública bien informada y de una conducta de
los individuos, de las empresas y de las colectividades inspirada en
el sentido de su responsabilidad en cuanto a la conservación y la
mejora del medio. Este día ha ido ganando relevancia desde que
comenzó a celebrarse en 1974 y, ahora, es una plataforma mundial de
divulgación pública con amplia repercusión en todo el globo.
Cada
año, el Día Mundial del Medio Ambiente se organiza entorno a un
tema y sirve para centrar la atención en una cuestión particular
apremiante. El tema de 2017 se centra en la conexión de las personas
con la naturaleza, y nos anima a que salgamos al aire libre y nos
adentremos en la naturaleza para apreciar su belleza y reflexionar
acerca de cómo somos parte integrante y lo mucho que de ella
dependemos. Nos reta a descubrir maneras divertidas y apasionantes de
experimentar y promover esa interrelación.
Miles
de millones de habitantes de zonas rurales en todo el mundo pasan su
jornada diaria «en conexión con la naturaleza» y son plenamente
conscientes de que dependen del suministro de agua natural y de que
la naturaleza les provea de su modo de subsistencia gracias a la
fertilidad del suelo. Estas personas son quienes sufren primero las
amenazas que los ecosistemas afrontan, ya se trate de la
contaminación, del cambio climático o de la sobre explotación.
Por
lo general, es difícil asignar un valor monetario a los dones de la
naturaleza. Como ocurre con el aire limpio, no solemos apreciarlos
hasta que pasan a ser un bien escaso. No obstante, los economistas
están desarrollando maneras de medir el valor multimillonario de los
denominados «servicios de los ecosistemas», que abarcan desde la
actividad de los insectos cuando polinizan los árboles frutales,
hasta los beneficios espirituales, para la salud o recreativos que
aporta practicar senderismo.
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