Antonio José de Sucre

También
impulsó causas relacionadas con la abolición de la esclavitud y un
mejor trato hacia los indígenas. Además resaltó como diplomático
a la hora de participar activamente en el Armisticio de 1820. Fue una
de las figuras más completas de la época independentista.
Juventud y rol en la Independencia
Antonio
José de Sucre nació en Cumaná el 3 de febrero de 1795. Sus padres
fueron el teniente Vicente de Sucre y Urbaneja y María Manuela de
Alcalá y Sánchez. A los 7 años presenció la muerte de su madre.
Fue educado hasta los quince años por su tío José Manuel. Luego
estudió matemáticas y fortificaciones en la escuela de Ingenieros
de Caracas
en
1808. En 1810 ascendió a la posición de alférez del ejército.

Victorias militares y presidencia boliviana
En
1820, como parte del Armisticio firmado entre Bolívar y Morillo,
redactó el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra.
Este documento fue de vital importancia porque puso fin a la crueldad
de la Guerra
a Muerte y
en el Sucre fijó las bases para el trato humanitario que debían
recibir los vencidos por parte de los vencedores a partir de
cualquier conflicto futuro. Por ello es considerado como pionero de
los derechos humanos. En 1821, fue nombrado Jefe del ejército del
Sur de Colombia, en donde logró la independencia de las provincias
de Ecuador en las batallas de Río Bamba y Pichincha. Participó en
la batalla de Junín y ganó la batalla de Ayacucho en 1824, al mando
del ejército unido, con lo cual logró el título de Gran Mariscal
de Ayacucho. En 1825, ocupó el territorio del Alto Perú, que se
independizó del gobierno de Buenos Aires, adoptando el nombre de
Bolivia. El congreso del recién fundado país, encargó a Bolívar
la elaboración de su constitución.
Fue
el primer presidente vitalicio de Bolivia, cargo que ocupó por dos
años. Desde allí promovió varias políticas: entre ellas la
libertad de los esclavos y el reparto de tierras a los indios. No
obstante, ante la presión de los peruanos, que se oponían a la
independencia boliviana, y a los varios motines que se sucedieron a
continuación, el Gran Mariscal de Ayacucho decidió renunciar a la
presidencia en 1828.
Se
retiró de la vida pública partiendo a Ecuador acompañado de su
hija y de su esposa, Mariana Carcelén de Guevara, marquesa de
Solanda. Sin embargo ese mismo año la república peruana y la
colombiana se enfrentaron por disputas territoriales y, esta última,
solicitó nuevamente la ayuda de Sucre. Fue así como en 1829, y a la
cabeza de los ejércitos grancolombinos, derrotó a las fuerzas
peruanas en la batalla de Tarqui.
Esfuerzos finales por salvar a Colombia y muerte
A
continuación se encaminó hacia Bogotá, país que se encontraba en
proceso de desintegración. En la reforma constitucional de 1830, que
impulsó el Congreso Admirable para la Gran Colombia, sus enemigos
lograron promulgar una norma que estipulaba que para ser presidente o
vicepresidente se debía tener 40 años (Sucre tenía 35).
Posteriormente formó parte de la comisión que viajó a Venezuela
para conciliar a las partes y evitar la sedición; sin embargo las
conversaciones no prosperaron y debió regresar.
Como
lo expresa muy bien el historiador Tomás Polanco Alcántara, "el
símbolo de la continuidad de Bolívar era Antonio José de Sucre.
Paulatinamente, por su talento personal, por sus dotes intelectuales
y por su espíritu altivo, digno y limpio, Sucre se fue convirtiendo
en el complemento indispensable de Simón Bolívar. [...] Respetado
por los argentinos, los chilenos y los peruanos, admirado por los
bolivianos y quiteños, sin enemigos en Venezuela y en la Nueva
Granada y con todos sus antecedentes, Sucre estaba destinado a ser el
natural sucesor de Bolívar".

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